| Ricardo
Sánchez Ángel* / Unpasquín |
Las masacres forman parte de la
historia de Colombia. Acompañan su desarrollo económico, su proyección internacional,
su conformación social, su perfil cultural, su vida cotidiana. Las masacres,
con sus ámbitos de crímenes, desaparecidos, exiliados, heridos y humillados,
concentran nuestra más secreta vergüenza.
Colombia no entró a la
civilización en forma plena; esta solo se asomó de manera limitada y deforme,
configurando ese personaje que lo domina todo: la barbarie. Civilización y
barbarie son los mellizos que tipifican nuestra realidad.
Se podrá decir que también existe
en otros países y que es lo propio del capitalismo contemporáneo, el que se
ancló en los procesos y estructuras de las dos guerras mundiales, en las bombas
atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en los campos de concentración del nazismo
y el estalinismo, en las diásporas entre países y continentes, en las guerras
coloniales (Vietnam y Palestina, nunca olvidarlas). También en la conformación
de dictaduras militares y presidencialismos bonapartistas con su cortejo de
caudillismo y populismo por doquier.
La barbarie brota de una
civilización capitalista que devoró sus propuestas más preciadas: el humanismo,
lo laico, la libertad científica y artística, que genera progreso para
convertirlas en maquillaje y en el gran negocio de los potentados del mundo.
Por ello, no podemos dejar de
señalar que nuestra historia es trágica. Se repite en sus peores arcaísmos.
Bloquea la entrada en una civilización de libres e iguales en la realidad,
donde los ciudadanos se autocontrolen y constituyan el tejido de la autogestión
solidaria en todos los niveles de la vida, desde lo económico hasta lo
político. “Un sueño”, señalará el elitista, “una utopía”, clamará. Pues sí, es
una utopía, pero realizable, un sueño que potencia la creación humana, no hacia
la tierra prometida, el paraíso perdido, la ciudad de las religiones y los
dioses; se trata de un principio de esperanza que nos conduzca hacia la
civilización humana en una convivencia respetuosa y creativa con la naturaleza.
LO
QUE SE ESTÁ FRAGUANDO ES UN GOLPE DE ESTADO CONTRA LA JUSTICIA, UNA RUPTURA
SUBVERSIVA DEL PROCESO JUDICIAL, UNA OPERACIÓN POR CONVERTIR LA IMPUNIDAD EN
VIRTUD.
Las masacres son una técnica
concentrada y perversa del ejercicio de los poderes. Expresan la decisión de
expropiar tierras y territorios, así como de prohijar la acumulación económica,
generando terror, miedo, destruyendo las identidades y acorralando las memorias
para ejercer el odio y la venganza. Su dios es la muerte.
Lo que está sucediendo no son
homicidios colectivos, como en su cinismo lo expresa el uribato, construyendo
un eufemismo que reencarna el Burundún Burundá, que no ha muerto.
En este contexto, adquieren la
mayor importancia los procesos en la Corte Suprema de Justicia contra Álvaro
Uribe Vélez, gran terrateniente, gran capitalista y poderoso político. Se trata
de un movimiento de la justicia democrática contra la corrupción y,
especialmente, contra las masacres emblemáticas en El Aro y La Granja, además
del asesinato del defensor de derechos humanos Jesús María Valle. Las pruebas
forman parte de un razonado y serio juicio contra la impunidad del personaje
encausado y un golpe al reinado de la corrupción.
Los abogados y el uribato están
linchando moralmente a los magistrados acusadores, al tiempo que promueven
bochinches callejeros que han resultado grotescos. La estrategia del detenido e
inculpado en materia grave es crear un espectáculo judicial orquestado, todos a
una, por los grandes medios de comunicación, la derecha empresarial y el
gobierno de Donald Trump. Resulta repugnante escuchar a Álvaro Uribe declarar
que está secuestrado por mafiosos. ¡El mundo al revés!
Lo que se está fraguando es un
golpe de Estado contra la justicia, una ruptura subversiva del proceso
judicial, una operación por convertir la impunidad en virtud.
El juicio contra Álvaro Uribe será
el más trascendental de la historia colombiana, con Mancuso o sin Mancuso. El
debate sobre sus alcances y significados se hará en lo jurídico, político,
económico y cultural. La opinión debe participar activamente en la discusión
con el presupuesto de respetar la independencia y el decoro de la Corte Suprema
de Justicia. Se requiere una movilización para develar el tinglado de la farsa
de los áulicos de la impunidad.
Este juicio no será el de la
historia de los textos ni será una simple constancia documental. Se trata de un
juicio real en sus dimensiones políticas y grandes connotaciones morales;
también de un juicio de claras y contundentes decisiones judiciales. Se trata
de abrir una puerta a la civilización.
—
Para consultar la decisión de la Corte
Suprema de Justicia sobre Álvaro Uribe, consultar:
https://cuestionpublica.com/descarga-la-decision-de-detencion-contra-uribe/
https://cuestionpublica.com/descarga-la-decision-de-detencion-contra-uribe/
*Profesor
emérito, Universidad Nacional. Profesor titular, Universidad Libre.
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