Investigación y gestión en la UT: un desastre de la administración Mejía


| Por: Alexander Martínez Rivillas* |

La Universidad del Tolima (UT), hoy convertida, y por enésima vez, en el nicho clientelar del conservadurismo (en la anterior rectoría, era la bolsa de empleo del liberalismo), cuenta con tres grandes virtudes: unos programas de bienestar estudiantil muy superiores a los implementados en las universidades públicas del país, una productividad de artículos y libros académicos por docente de planta, que supera la media nacional (a pesar de contar con una planta profesoral pequeña, o sea, que no pasa los 320 docentes), y un envidiable sistema de granjas para todo tipo de estudios en ciencias agrarias y ambientales. Estas tres ventajas han sido el producto de luchas estudiantiles y profesorales, y nunca fueron el resultado de las agendas de los gobiernos departamentales o nacionales, como ahora se trata de mostrar en casi todos los medios regionales.

En el pasado, se vieron marchas de Ibagué a Armero para asegurar la posesión de la granja de Armero, movilizaciones estudiantiles orientadas a fortalecer la cobertura y la calidad del restaurante, o presiones sistemáticas o esporádicas del profesorado para incrementar la planta docente. Desde que se recibió la sede de Santa Helena, que nunca fue la infraestructura adecuada para la institución, la mayoría de las mejoras en los espacios físicos, en los recursos bibliográficos, en la planta profesoral y en las dotaciones para la investigación, han sido el fruto de una lucha (más bien accidentada) contra los partidos tradicionales y sus clientelas, para evitar que los escasos recursos cayeran en sus manos.

Hoy nos enfrentamos a las mismas adversidades. Después de argumentar que los costos administrativos de universidades similares (y con mejores desempeños académicos), como la Universidad de Caldas, eran menos de la mitad de los costos administrativos anuales de la UT (que ya superan los 34.000 millones, pero que además quieren ser aumentados por el propio rector Mejía, si leemos el último informe de Univalle presentado en el Consejo Superior), la administración actual no se ha pronunciado al respecto. De hecho, lo que preveo es otra andanada propagandística de “buenos resultados” que, ciertamente, no son el producto de esta administración, sino de la suma de gestiones sostenidas por varias rectorías y de los esfuerzos propios de docentes y estudiantes. Por ejemplo, atribuirse los méritos de la productividad académica del profesorado, cuyos resultados científicos son el fruto de investigaciones financiadas en el pasado por la UT, por fuentes externas a nuestra institución (y no gestionadas por ella), o por recursos de los propios docentes, no deja de ser una retórica insufrible que desdibuja los hechos.

El polideportivo (con problemas constructivos, además), las mejoras del riego de la granja, el nuevo bloque de aulas (cuyos diseños iniciales costaban 4 veces más, lo que denunciaré en detalle en otra columna), las aulas interactivas, el minimalista “parque explora” (versión tolimense), los proyectos regionales de las cadenas de aguacate y cacao, entre otros, fueron o serán financiados, en su mayoría, con recursos de regalías acumulados antes de la gobernación de Barreto. Lo que es más, recuerdo que, al principio de su administración, mostraron una fuerte resistencia a la implementación de los proyectos de aguacate y cacao. Y luego presionaron cambios “burocráticos”, especialmente. La “nueva historia” es la vieja historia.     

Otro síntoma de esta disputa a dentelladas por las clientelas de la UT entre los partidos tradicionales, se revela en los medios regionales. La mayoría de estos se encuentran cooptados por aquellos partidos, y por años llevan practicando el matoneo de una administración rectoral de sus afectos, en contra de otra que no lo es, o por lo menos, que no quiso negociar las “cuotas” suficientes. Todo ello ha configurado realmente un paisaje repugnante. Últimamente, hicieron circular un titular que decía que la Procuraduría no había encontrado un déficit financiero en la institución. Lo que ya está siento interpretado como si la institución nunca hubiera pasado por una crisis financiera. Si leemos el fallo, lo que expresa el organismo es que hay información contradictoria e insuficiente que no permite determinar los hechos.

Pero, toda la comunidad profesoral sabe que en el periodo 2015-2016 se presentaron tres cosas: durante varios meses se pagaron nóminas de 20 a 25 días de retraso, se postergaron los pagos de primas, y hubo cuentas por pagar vencidas que ascendían a miles de millones de pesos. Las causas son fáciles de determinar: impericia técnica, imprudencia de los tomadores de decisiones, e inobservancia del principio de planeación. No obstante, difícilmente la administración Mejía suministrará estas evidencias contundentes que dejaron desfinanciada la tesorería de la UT, pues, las causas de este despiporre, que se remontan a la aprobación en 2012 de una nueva planta administrativa impagable, podría comprometer a varias personas cercanas a su administración, e incluso a él mismo, cuando fue Secretario General de la administración de Ñungo.

En otro medio regional se publicó un panegírico tecnocrático sobre la calidad académica de la UT. El texto se desgonza en una contabilidad de las citaciones de nuestros docentes, del ranking en investigación de la UT, y de la presencia en el pasado de lejano de otros investigadores. Hablé directamente con uno de los mejores fisiólogos vegetales del país, para más inri, libanense. Y ante la pregunta sobre su ida de la institución en los años de 1970, se limitó a decir esto: “no había ni hay una comunidad académica, la politiquería contaminaba toda la institución, como hoy”. Este profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia hoy se divierte en su pueblo natal haciendo charlas de introducción a la ciencia a los niños y jóvenes de los colegios urbanos. No quiero mencionar otros casos, porque, francamente, sería más vergonzoso para mí.  

La visión parroquiana de estas exaltaciones de la calidad académica de la UT salta a la vista. Solo los invito a que revisen las miles de citaciones indexadas de la UTP, la UPTC, o de la Universidad de Caldas, para que constaten la enorme brecha que subsiste con respecto a nosotros. Mérito que se debe al aumento de la planta profesoral y de los ocasionales de tiempo completo durante los últimos años, y a la financiación directa de sus investigaciones. Política que, de aplicarse en la UT, incrementaría de forma extraordinaria la producción de artículos y de citaciones. Otro tema es la pertinencia de la investigación, y su independencia de enfoques respecto a las agendas políticas regionales y nacionales, que no podré tratar aquí.  

Si revisamos el ranking de las universidades de Scimago, los resultados deben tener en cuenta que, el informe de 2020 “se genera cada año a partir de los resultados obtenidos durante un período de cinco años, el cual finaliza dos años antes de la edición del ranking. Por ejemplo, si el año de publicación seleccionado es 2020, los resultados utilizados son los del período de cinco años 2014-2018. La única excepción es el caso de los indicadores web que solo se han calculado para el último año” (https://www.scimagoir.com/methodology.php). Indicadores web que son, entonces, para 2018. Esta pequeña nota se olvida mencionar en el debate de la “alta calidad” de la UT, y solo revela que la administración Mejía poco o nada tuvo que ver con estos resultados, y que sus frutos se deben, mayormente, al esfuerzo de los profesores de planta de la institución durante el periodo 2014-2018. Pues, la mayoría de docentes sabemos que, en el periodo 2009-2014, se vincularon más de 100 profesores de planta, una parte importante con nivel de doctorado o en proceso de doctorarse, lo que refleja el impacto positivo de su participación en estos indicadores.  El problema a futuro consiste en otro, y es que esta productividad y volumen de publicaciones no podrá mantenerse si no se vinculan docentes de planta o de tiempo completo, y si no se financia decididamente la investigación.  

Si consideramos el ranking de investigación de U-Sapiens, que trata de medir el esfuerzo de cada institución por implementar sus propios medios de publicación, la UT no aparece desde 2017, pues no tiene una sola revista indexada. Además, si revisamos las publicaciones indexadas y homologadas de la UT, lo que se ve es una tendencia a la baja en los últimos años del rector Mejía: 2015: 100, 2016: 166, 2017: 147 y 2018: 137 (Informe de Vicerrectoría Académica, CIARP, 10.05.19), lo que debe ser tomado como un indicador a mejorar lo más pronto posible.

Finalmente, debería preocuparnos otro hecho, esto es, si a partir de 2018 se empezó ya a deteriorar la tasa de publicaciones académicas, es posible que, el ranking Art-Sapiens del volumen de artículos (de universidades públicas y privadas), tienda a desmejorar en los próximos años. Pues, para el mismo año, la UT ocupó el puesto 38, estando por encima la Universidad del Magdalena (37), la Universidad de Nariño (35), la Universidad de Córdoba (31), la Universidad del Cauca (28), la UTP (26), la UPTC (puesto 13, con 21.787 estudiantes y 257 artículos), y la Universidad de Cartagena, que cerró en el 9º con 266 artículos, y que contaba con 17.636 estudiantes en 2018 (https://www.srg.com.co/tablasmovil/artsapiens.php). Y en 2019, la UT ocupó el puesto 48 de este mismo ranking (https://www.srg.com.co/artsapiens.php), o sea, perdió 10 puestos en apenas 1 año.   

De hecho, las anteriores instituciones son regionales, concentran el servicio educativo en su área de influencia, y hacen inversiones superiores en docencia de tiempo completo e investigación respecto a la UT. Por ejemplo, la producción de la UPTC y de la Universidad de Cartagena duplican en 2018 la producción de artículos científicos de la UT, lo que demuestra el enorme rezago de nuestra institución en esa materia. Asimismo, si solo observamos el listado de las universidades públicas para 2018, veremos que la UT se encuentra en el puesto 17 entre 42 instituciones (las sedes presenciales se cuentan como universidades independientes), lugar que no ha mejorado en 2016 y 2017. Para 2019, la UT ya había caído al puesto 25 (https://www.srg.com.co/artsapiens.php). Brevemente, la administración Mejía está demostrando que, en materia de investigación y de gestión administrativa, es un desastre incluso superior al de la administración anterior.  

(*) Profesor Asociado de la UT.

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